Los pájaros más madrugadores anuncian con sus alegres cantos un nuevo amanecer. En cuestión de minutos él llegará hasta mí, dedicándome tiernas palabras de amor y destilando alcohol a través de sus poros. Ya no me engañará más, acabará haciéndome daño como en todas y cada una de sus visitas.
Ya está aquí. Me observa con mirada critica mientras empuña sus tijeras de podar en una mano y una gran bolsa de basura en la otra. Entre halago y halago canturrea una canción dedicada a su nuevo amor, una tal Salchipapa.
Un corte por aquí y otro corte por allá y me anuncia que me está dejando como nueva, mientras unas gotas de sudor caen desde su despejada frente sobre mí. Quisiera gritar de dolor y huir lejos, muy lejos de aquí, pero no puedo.
Al acabar la faena el jardinero recoge uno a uno los miembros amputados, que aún vierten mi savia perdida, y se encamina hacia una nueva víctima. Mis heridas curarán y mis ramas crecerán, y un nueva agonía silenciosa comenzará de nuevo.
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