–Pues haz el favor de llevarte a tu hermano, que tengo que ir a la peluquería a que me pongan los rulos y tu padre no llegará a casa hasta las diez –le exigió Dorotea sin esperar respuesta alguna.
Pelayo salió de su casa sujetándole la mano a su hermano y juntos caminaron hasta llegar al portal de Asunción; si no era la chica más guapa de la clase, sin duda era la más simpática.
Al salir del portal, Pelayo la descubrió radiante. Portaba unos zapatos de charol sobre unos calcetines blancos de encaje, una falda de color azul marino decorada con coloridos estampados, un fino jersey a juego y una chaquetilla de punto blanca como la nieve.
El plan de besar a Asunción se sujetaba por un hilo que tal y como predijo Pelayo se cortó cuando el niño decidió sentarse entre ambos. A pesar de ello, cuando por fin se apagaron las luces y se puso en marcha el proyector, Pelayo extendió su brazo y logro depositarlo sobre el hombro de la muchacha con el fin de hacerle entender que nada ni nadie lograría interponerse entre
él y el amor de su vida.Por cortesía de: Fénix y Jordi Clavero