jueves, 21 de enero de 2016

Dimensión 666


Ante la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo, consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona abisal. Inspiro procurando girar a mi alrededor; expiro, nada altera mi situación.
Me pregunto si hay más gente como yo en este lugar, por lo que grito una corta petición de ayuda sin llegar a oír mi voz. Sin duda debo estar volviéndome loco, pues estoy convencido que un ser descomunal me acecha en la oscuridad, mientras proyecta en mí un odio infinito. Inspiro y tiemblo a causa del terror; expiro, nada altera mi situación.
La criatura no se decide a atacar, aunque su constante amenaza me comienza a fatigar. Al parecer el tiempo no transcurre ni se detiene en este lugar; tan sólo flota, al igual que yo, en la inmensa oscuridad. Inspiro mientras me embarga la frustración; expiro, nada altera mi situación.
Sin previo aviso noto una superficie extremadamente fría en mi espalda, mientras una luz cegadora enturbia mi mente. Creo estar tumbado, por lo que me incorporo de repente. Inspiro sin saber donde estoy; expiro, me pregunto quién soy.
Sin duda me hallo en un quirófano iluminado por un potente foco lacerante. En ausencia del personal sanitario, inspecciono mi cuerpo durante un instante. No hallo vendas, cicatrices, tubos ni vías; por lo que tan sólo pienso en salir de aquí, ya sea de noche o de día.
Consigo unir los lazos de la parte superior de mi bata mediante un sencillo nudo, aunque fracaso al hacer lo mismo con los lazos inferiores, por lo que me resigno al tener que mostrar mi trasero a todo aquel que se cruce por mis alrededores. Inspiro y salgo de la habitación; expiro, nada altera mi situación.
Tras hallar la sala de espera desierta, continuo caminando hasta llegar frente a las puertas de los ascensores. Estos parecen tener vida propia, pero al abrirse una de sus puertas, me introduzco en su interior y permito que este me transporte. Inspiro y abandono el ascensor; expiro y me hallo en la planta inferior.
Atravieso el vestíbulo sin encontrarme con nadie, pero a través de la puerta de cristal, entreveo el caminar de los viandantes. La puerta se abre ante mi presencia, aunque me detengo tras advertir que todos los peatones llevan prendas dignas de la clase política, cargos corporativos o magnates. Inspiro y observo a un crío que va vestido con un traje de comunión; expiro, me aproximo a una mujer que viste traje pantalón.
Intento comunicarme con ella tras tomarle por un brazo. De mi boca no surge sonido alguno y la mujer se zafa de mi presión para proseguir su camino a buen paso. Inspiro mientras me ahoga la desesperación; expiro, alguien llama mi atención.
Se trata de un hombre de frente despejada y traje negro que se interpone ante el primer vehículo que veo circular por la calzada; este me mira mientras leo en sus labios No importa, ya estamos muertos” y el automóvil le atraviesa como si fuera un fantasma. Antes de que pueda pestañear, su cuerpo se congela por completo y estalla en mil pedazos, por lo que inspiro con fuerza a causa de la impresión; expiro, continuo con la exploración.
A menos de tres manzanas localizo una tienda de ropa, entro en ella y me sitúo frente a la dependienta. La mujer me ignora por completo, así que tomo entre mis manos uno de aquellos trajes negros y me enfundo con él sin importarme su presencia. Inspiro y doblo en tres partes mi viejo camisón; expiro y pago con él mi nueva adquisición.
Durante mi deambular procedo de la misma forma en una tienda de zapatos, pues su supuesto dependiente también formaba parte del decorado. Me cuesta imaginar qué nos depara el futuro tras este tipo de existencia, mientras procuro avanzar lo más rápido que puedo en total línea recta. ¿Edificios vacíos y un montón de gente deambulando por las aceras es todo lo que nos espera?
He de tener mucho cuidado al cruzar hacia la otra acera, pues los automóviles de este lugar circulan sin ningún conductor ni pasaje a pesar de que parecen respetar las señales viarias. Los viandantes son otro cantar, pues caminan casi sin ver y te arroyan sin querer. Inspiro mientras atravieso un callejón; expiro y esquivo por los pelos a otro peatón.
Llego a una zona donde se incorporan al paisaje unos insectos gigantescos que trepan por las paredes de los edificios sin cesar. Están provistos de cuatro largas patas y unas alas diminutas que sólo les permiten planear. No les mires me previene una voz desde el interior de mi mente, por lo que continúo caminando con la vista puesta al frente mientras inspiro al esquivar a un insecto planeador; expiro, nada altera mi situación.
A cada paso encuentro menos peatones y más insectos por las inmediaciones; hasta que un hombre tropieza con el filo de una baldosa suelta y cae al suelo mientras varios insectos comienzan a planear hacia su dirección. Los demás viandantes continúan su camino sin la menor expectación, mientras tanto yo intento evitar la masacre al tenderle la mano para que se ponga en pie y reanude su caminó hacia cualquier dirección. Me temo que he reaccionado demasiado tarde; pues uno de aquellos insectos se ha posado en su pecho y le ha clavado el aguijón que le congela al instante y le hace estallar en mil pedazos. Yo soy su próximo objetivo e inspiro y evalúo la situación; expiro...
Ante la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo, consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona abisal...

No hay comentarios:

Publicar un comentario