Ante
la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo,
consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en
algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona abisal.
Inspiro procurando girar a mi alrededor; expiro, nada altera mi
situación.
Me
pregunto si hay más gente como yo en este lugar, por lo que grito
una corta petición de ayuda sin llegar a oír mi voz. Sin duda debo
estar volviéndome loco, pues estoy convencido que un ser descomunal
me acecha en la oscuridad, mientras proyecta en mí un odio infinito.
Inspiro y tiemblo a causa del terror; expiro, nada altera mi
situación.
La
criatura no se decide a atacar, aunque su constante amenaza me
comienza a fatigar. Al parecer el tiempo no transcurre ni se detiene
en este lugar; tan sólo flota, al igual que yo, en la inmensa
oscuridad. Inspiro mientras me embarga la frustración; expiro, nada
altera mi situación.
Sin
previo aviso noto una superficie extremadamente fría en mi espalda,
mientras una luz cegadora enturbia mi mente. Creo estar tumbado, por
lo que me incorporo de repente. Inspiro sin saber donde estoy;
expiro, me pregunto quién soy.
Sin
duda me hallo
en un quirófano iluminado por un potente foco lacerante. En ausencia
del personal sanitario, inspecciono mi cuerpo durante un instante. No
hallo vendas, cicatrices, tubos ni vías; por lo que tan sólo pienso
en salir de aquí, ya sea de noche o de día.
Consigo
unir los lazos de la parte superior de mi bata mediante un sencillo
nudo, aunque fracaso al hacer lo mismo con los lazos inferiores, por
lo que me resigno al tener que mostrar mi trasero a todo aquel que se
cruce por mis alrededores. Inspiro y salgo de la habitación; expiro,
nada altera mi situación.
Tras
hallar la sala de espera desierta, continuo caminando hasta llegar
frente a las puertas de los ascensores. Estos parecen tener vida
propia, pero al abrirse una de sus puertas, me introduzco en su
interior y permito que este me transporte. Inspiro y abandono el
ascensor; expiro y me hallo en la planta inferior.
Atravieso
el vestíbulo sin encontrarme con nadie, pero a través de la puerta
de cristal, entreveo el caminar
de los viandantes. La puerta se abre ante mi presencia, aunque me
detengo tras advertir que todos los peatones llevan prendas dignas
de la clase política, cargos corporativos o
magnates.
Inspiro y observo a un crío que va vestido con un traje de comunión;
expiro, me aproximo a una mujer que viste traje pantalón.
Intento
comunicarme con ella tras tomarle por un brazo. De mi boca no surge
sonido alguno y la mujer se zafa de mi presión para proseguir su
camino a buen paso. Inspiro mientras me ahoga la desesperación;
expiro, alguien llama mi atención.
Se
trata de un hombre de frente despejada y
traje
negro que se interpone ante el primer vehículo que veo circular por
la calzada; este me mira mientras leo
en sus labios “No
importa, ya estamos muertos”
y el
automóvil le atraviesa como si fuera un fantasma. Antes de que pueda
pestañear, su cuerpo se congela por completo y
estalla
en mil pedazos,
por lo que
inspiro con fuerza a causa de la impresión; expiro, continuo con la
exploración.
A
menos de tres manzanas localizo una tienda de ropa, entro en ella y
me sitúo frente a la dependienta. La mujer me ignora por completo,
así que tomo entre
mis manos uno
de aquellos trajes negros y me enfundo con él sin importarme su
presencia. Inspiro y doblo en tres partes mi viejo camisón; expiro y
pago con él mi nueva adquisición.
Durante
mi deambular procedo de la misma forma en una tienda de zapatos, pues
su supuesto dependiente también formaba parte del decorado. Me
cuesta imaginar qué nos deparará
el futuro tras este tipo de existencia, mientras procuro avanzar lo
más rápido que puedo en total línea
recta. ¿Edificios vacíos y un montón de gente deambulando por las
aceras es todo lo que nos
espera?
He
de tener mucho
cuidado
al cruzar hacia la otra acera, pues los automóviles de este lugar
circulan sin ningún conductor ni pasaje a pesar de que parecen
respetar las señales viarias. Los viandantes son otro cantar, pues
caminan casi sin ver y te arroyan sin querer. Inspiro mientras
atravieso un callejón; expiro y esquivo por los pelos a otro peatón.
Llego
a una zona donde se incorporan al paisaje unos insectos gigantescos
que trepan por las paredes de los edificios sin cesar. Están
provistos de cuatro largas patas y unas alas diminutas que sólo les
permiten planear. “No
les mires”
me previene una voz desde el interior de mi mente, por lo que
continúo caminando con la vista puesta al frente mientras inspiro al
esquivar a un insecto planeador; expiro, nada altera mi situación.
A
cada paso encuentro menos peatones y más insectos por las
inmediaciones; hasta que un hombre tropieza con el filo de una
baldosa suelta y cae al suelo mientras varios insectos comienzan a
planear hacia su dirección. Los demás viandantes continúan su
camino sin la menor expectación,
mientras
tanto yo intento evitar la masacre al tenderle la mano para que se
ponga en pie y reanude su caminó hacia cualquier dirección. Me temo
que he reaccionado demasiado tarde; pues uno de aquellos insectos se
ha posado en su pecho y le ha clavado el aguijón que le congela al
instante y le hace estallar en mil pedazos. Yo soy su próximo
objetivo e inspiro
y evalúo la situación; expiro...
Ante
la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo,
consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en
algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona
abisal...
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