domingo, 3 de enero de 2016

Realidad Digital

¿Cómo que llegarás tarde? le pregunto su mujer a través del celular . ¡No puedes llegar tarde a la fiesta de cumpleaños de tu sobrina!
Lo siento mucho, cariño respondió Alfonso mientras su auto avanzaba lentamente por el carril central de la autopista . Ha ocurrido un accidente y se ha producido un atasco que apenas me permite avanzar un metro cada minuto. Dile a mi hermana que me guarde un trozo de tarta.
Tras varios segundos de silencio desde el otro lado del aparato, descubrió que el teléfono no recibía señal alguna.
En circunstancias normales habría llegado en cuestión de unos minutos a su destino, pero a causa de la situación dada se demoró más de media hora, pulsó el timbre de la vivienda y ensayó su mejor mueca lastimera.
¿No decías que ibas a llegar tarde? le preguntó su hermana pequeña nada más abrir la puerta.
¿Cómo? preguntó Alfonso a causa de la confusión, pues pudo comprobar que las botellas de bebidas y las bandejas de canapés estaban aún sin estrenar ¿No habéis querido comenzar la fiesta sin mí?
¡Pero cómo va ha empezar, si sólo has tardado cinco minutos en llegar! le abordó su mujer, mientras le oprimía los carrillos con ambas manos a modo de reprimenda.
La fiesta de cumpleaños comenzó con total normalidad, aunque Alfonso no paraba de buscar en su mente una explicación lógica al desfase temporal experimentado. Sentía la necesidad de fumar, pero desde hacía meses sólo podía hacerlo a espaldas de su mujer; por lo que utilizó una excusa para ir a buscar en plena noche un cajero automático para sacar dinero y pagar con él un paquete de tabaco.
La primera máquina expendedora que encontró le ofreció con total normalidad el billete deseado; pero al querer guardarlo en su cartera, halló otro billete del mismo valor. Un billete con el que no contaba. Un billete que de ninguna manera debía estar en su posesión.
En el bar de la esquina compró un paquete de Fraisal Best y se fumó dos cigarrillos seguidos. Y aunque apenas lograron calmar su desasosiego, regresó junto a su familia hecho un manojo de nervios.
Cariño, tienes mala cara le informó su mujer . ¿Quieres que regresemos a casa?
Alfonso negó repetidas veces con la cabeza; pero ante la presión de sus familiares, le entregó las llaves del auto a su mujer.
Vamos, cielo. Cuéntame que te ocurre le insistió ella mientras manejaba el volante.
Alfonso le explicó sus temores durante el trayecto; y al llegar al hogar, buscó refugió entre las sábanas.
¿Te imaginas que fuéramos el producto de una mente perversa? le preguntó su mujer mientras yacía tumbada a su lado.
¿Y si fueramos el resultado de una simulación fallida? replicó Alfonso mientras acariciaba el cuchillo que previamente había escondido bajo su almohada.

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