sábado, 3 de diciembre de 2016

Esquizofrenia

 Era un Domingo de resaca y mi cerebro funcionaba con una décimas de retraso. Sólo la voz de mi subconsciente dirigía mis pasos.
Tras orinar y cepillarme los dientes me dirigí hacia la cocina para desayunar, pero mi madre no tardó en cortarme el paso con una amplia sonrisa mientras me advertía que no quedaba pan. Así que regresé a mi habitación y me vestí con cierta desgana, dispuesto a ir a la panadería de la esquina a comprar una barra.


Doña Encarna me atendió con una inusual mueca en forma de sonrisa; le pagué la recién horneada barra con un un billete de cinco euros, recibí el cambio y regresé a casa sin ninguna prisa. Durante el trayecto advertí que todo aquel que se cruzaba por mi camino sonreía sin motivo aparente, por lo que llegué a pensar que se habían vuelto locos de repente.
Una vez en casa me preparé un bocadillo de mortadela, mientras mi madre se deleitaba viendo la telenovela. Desde mi posición pude advertir que emitían un capítulo de lo más inquietante, pues todos los actores y actrices lucían una sonrisa distante.
¡El juego apenas acabó de comenzar! –exclamó “la mala del culebrón” de repente, haciendo que saltaran todas las alarmas en mi mente.
Con el bocadillo a medio terminar me introduje en mi dormitorio y pulsé el botón del computador para hacerlo funcionar, pues necesitaba contactar con alguien que me pudiera aconsejar. Mi primera opción consistía en contactar a través de la webcam con mi primo Ignacio, pero pronto advertí que también era víctima de aquel misterioso contagio. De segundas contacté con mi amiga Verónica, pero ella me atendió con la sonrisa aún más diabólica. A la desesperada intenté contactar con Julián, pero de inmediato advertí que su sonrisa era de rufián.
Luego probé suerte en YouTube, Facebook y otras redes sociales, pero en todas aparecieron fotos y vídeos de personas con sonrisas similares. Para mi desconcierto la voz de mi subconsciente me sugirió que me deshiciera del computador. Sin apenas cuestionarme los motivos desconecté todos sus componentes y los fui depositando en el suelo del recibidor.


Mi conducta pronto alarmó a mis padres. En menos de una semana de aislamiento voluntario, en el interior de mi habitación, acudió a mi rescate un grupo de sanitarios escoltados por varios agentes municipales. Todos y cada uno de ellos me mostraban una sonrisa de lo más inquietante. 

martes, 30 de agosto de 2016

Tres son multitud

   –¡Madre, me voy al cine municipal con Asunción! –dijo Pelayo una vez arreglado. 
   –Pues haz el favor de llevarte a tu hermano, que tengo que ir a la peluquería a que me pongan los rulos y tu padre no llegará a casa hasta las diez –le exigió Dorotea sin esperar respuesta alguna. 
   Pelayo salió de su casa sujetándole la mano a su hermano y juntos caminaron hasta llegar al portal de Asunción; si no era la chica más guapa de la clase, sin duda era la más simpática. 
   Al salir del portal, Pelayo la descubrió radiante. Portaba unos zapatos de charol sobre unos calcetines blancos de encaje, una falda de color azul marino decorada con  coloridos estampados, un fino jersey a juego y una chaquetilla de punto blanca como la nieve. 
   El plan de besar a Asunción se sujetaba por un hilo que tal y como predijo Pelayo se cortó cuando el niño decidió sentarse entre ambos. A pesar de ello, cuando por fin se apagaron las luces y se puso en marcha el proyector, Pelayo extendió su brazo y logro depositarlo sobre el hombro de la muchacha con el fin de hacerle entender que nada ni nadie lograría interponerse entre
él y el amor de su vida.

                                                                                                    Por cortesía de: Fénix y Jordi Clavero

sábado, 6 de agosto de 2016

Una agonía silenciosa


   Los pájaros más madrugadores anuncian con sus alegres cantos un nuevo amanecer. En cuestión de minutos él llegará hasta mí, dedicándome tiernas palabras de amor y destilando alcohol a través de sus poros. Ya no me engañará más, acabará haciéndome daño como en todas y cada una de sus visitas. 

   Ya está aquí. Me observa con mirada critica mientras empuña sus tijeras de podar en una mano y una gran bolsa de basura en la otra. Entre halago y halago canturrea una canción dedicada a su nuevo amor, una tal Salchipapa. 
   Un corte por aquí y otro corte por allá y me anuncia que me está dejando como nueva, mientras unas gotas de sudor caen desde su despejada frente sobre mí. Quisiera gritar de dolor y huir lejos, muy lejos de aquí, pero no puedo. 
   Al acabar la faena el jardinero recoge uno a uno los miembros amputados, que aún vierten mi savia perdida, y se encamina hacia una nueva víctima. Mis heridas curarán y mis ramas crecerán, y un nueva agonía silenciosa comenzará de nuevo. 

miércoles, 13 de julio de 2016

El Gran Genio del Mal

   Tras horas de fatigosa rutina, el Gran Genio del mal llega al fin a su hogar y se deja poner al corriente sobre los asuntos domésticos del día, al conversar durante varios minutos con los miembros de su familia. Una estratagema que le suele granjear unas cuantas horas de soledad frente a su ordenador personal. 
   Ya frente a la pantalla advierte que ha descendido dos posiciones en el ranking de los genios más malignos de habla hispana; por lo que maldice una y otra vez entre dientes y comienza a maquinar un nuevo plan de acción, que consiste en atacar furtivamente a aquellos genios de última generación que han logrado superarle. 
   Su primer objetivo es Pocojuntas83, una joven muchacha que al parecer se centra en contar historias autobiográficas de gran calado entre la mayoría de los usuarios; por lo que el Gran Genio del mal cierra la sesión de su cuenta habitual y abre la sesión de su cuenta para casos de emergencia. 
   No tarda en entrar en el ultimo post de Pocojuntas83 y le endilga sin compasión una valoración de una estrella sin apenas ojear el relato. No tiene excusa para ejecutar tal castigo, por lo que no se molesta en dejar ningún comentario. 
   La segunda víctima es As de Picas, un usuario que el Gran Genio del mal no tarda en catalogar como un “pelotas” sin talento alguno. 
   Nada más entrar en su último post puede advertir que se trata de un pequeño relato plagado de onomatopeyas flanqueadas por exclamaciones y puntos suspensivos. Un relato fácil de batir, pero que muy pocos pondrían en tela de juicio al ser la creación de un autor con cierto carisma; por lo que el gran genio del mal lo castiga con una estrella de esquinas hirientes y un comentario aún más afilado. 
   Pocojuntas83 no tarda en mostrar su indignación, pues ya ha preguntado al resto de usuarios el motivo por el cual la gente actúa de una forma tan ruin y despreciable; por lo que el Gran Genio del mal cierra sin titubear la sesión e ingresa de nuevo con su cuenta habitual para responderle de manera sincera: Porque es más fácil destruir que crear. 

jueves, 23 de junio de 2016

Un aquelarre singular

Cuando la pareja de agentes recibió el aviso desde la central, no podían dar crédito a la denuncia interpuesta. Ursula, la anciana chiflada del pueblo había vuelto a llamar por teléfono, alegando que docenas de personas se habían reunido al otro lado de la colina para celebrar un aquelarre. Una de aquellas reuniones de hechiceros y brujas que solían surgir del imaginario de algunos autores malditos como el mismísimo Poe, Lovecraft y otros tantos que se veían reflejados en ellos.
Ya desde la distancia se podía vislumbrar la titilante luz que coronaba la cumbre de la colina, haciendo retroceder la oscuridad de la noche más corta del año. Una luz que les servía de faro para poder ejercer con presteza sus propósitos; llegar a la cumbre por la cara menos iluminada de la colina y otear desde cierta distancia lo que allí abajo estaba sucediendo.
Tras estacionar el vehiculo policial al término del asfalto, los agentes comenzaron a ascender la colina linternas en ristre, procurando esquivar la maleza punzante que no paraban de hallar a su paso al caminar. Ya a mitad de camino se podía percibir el olor a pólvora quemada, acompañado por el singular sonido del crepitar de la leña ardiente y la algarabía producida por aquellas gentes que pronto serían juzgadas bajo el escrutinio de los agentes.
Al llegar a la cima, sus ojos pudieron contemplar lo que sus mentes ya sabían de antemano; se trataba de una majestuosa hoguera construida con palés rotos y muebles viejos, rodeada por hombres ebrios, jóvenes descamisados y mujeres ligeras de ropa para aquellas horas nocturnas. Ninguno daba muestras de amilanarse ante la atenta mirada de los agentes; pues el que no reía y danzaba sin parar, bebía y charlaba.
–¿Les endilgamos una multa por hacer botellón? –le preguntó uno de los patrulleros a su compañero
–Quita, quita. Me parece que aquel que baila medio en bolas es mi padre.

domingo, 24 de abril de 2016

Perros de Fuego (leyenda urbana)


   Hace ya unas décadas vivía una mujer en compañía de su única hija en la calle Pardo Bazán número seis de Sabadell. Una vivienda que durante el día no tenía nada de particular, pero que al llegar la noche resultaba imposible ignorar los múltiples ladridos que surgían del interior de uno de sus armarios empotrados. 

   Si los misteriosos ladridos asustaban a la mujer ya de por sí, más le asustaban los extraños dibujos que realizaba su hija; pues la niña solía dibujar unos perros envueltos en llamas. 
   –Los perros tienen sed –le informó una noche la cría, mientras la mujer le arropaba dulcemente en la cama. 
   La mujer ignoró a la cría y unas horas más tarde surgieron sin falta los misteriosos ladridos, que por vez primera cesaron casi en el acto. La mujer, irremediablemente despierta, sintió curiosidad y se levantó de la cama para averiguar el motivo de aquel cese repentino; por lo que pronto localizó a su hija frente al armario, derramando voluntariamente un gran vaso de agua en el suelo. 
   –¿Ves como los perros tenían sed? –le dijo la cría con suficiencia. 
   La mujer no fue capaz de articular palabra, tomó a la niña en brazos y la acostó de nuevo en la cama. A causa del pavor no fue capaz de esperar a la mañana siguiente para intentar contactar con su hermano a través del teléfono. Tras pedirle ayuda, él le recomendó que aceptara la visita de un amigo interesado en asuntos paranormales. 

   El amigo jamás llegó, pero sí acudió a la cita el hermano junto a dos improvisados ayudantes. Las presentaciones fueron las justas, pues pronto despejaron la mesa del comedor para experimentar con una tabla de ouija; dando como resultado un claro mensaje “Fuera”. 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Sin saber qué hacer


Nada más llegar a casa, dejo mis llaves sobre la mesita del recibidor, enciendo el televisor de plasma y me siento en el sofá. Comienzo a cambiar de canal sin hallar ningún concurso, película o documental que capte mi interés. Mi mujer siempre solía elegir sus programas favoritos.
Me levanto del sofá, voy a la cocina y abro la nevera para ver lo que hay; al cabo de unos instantes la cierro sin coger nada de su interior.
Salgo de la cocina, me dirijo al cuarto de baño y me bajo los pantalones con la esperanza de poder evacuar. Menos mal que siempre tengo una revista a mano, pues he podido ojearla por completo antes de expulsar un misero pedo.
Me levanto del retrete, me subo los pantalones y regreso a la cocina. Abro la nevera para ver lo que hay y al cabo de unos instantes la cierro sin coger nada de su interior.
Salgo de la cocina y atravieso el salón para observar las vistas desde la ventana. Son las tres de la tarde de un Domingo; por lo que no hay ni un alma vagando por las calles y sólo me puedo conformar con observar los tejados de las viviendas cercanas. Unos tejados con antenas a modo de metálicas cornamentas que me recuerdan la decoración de mi cabeza con la inestimable firma de mi mujer.
Entro al calor de la vivienda para regresar a la cocina y abro la nevera para ver lo que hay. A estas alturas me lo sé de memoria. Hay embutido, unos tomates, tres cebollas, cuatro huevos, una botella de leche y la cabeza de mi mujer sobre una preciosa bandeja plateada. El resto de su cuerpo ocupó por completo los cajones del congelador.

martes, 16 de febrero de 2016

MANIFIESTO de Javier Moguel Moguel

¿Quieres estar al tanto de todo lo relacionado con Manifiesto? Visita el blog oficial de la novela en https://donnadieblog.wordpress.com/ donde podrás encontrar cinco capítulos de adelanto de la misma; o adquiérelo ya en http://www.amazon.es/dp/B01B6PZ9Y4

“Llevábamos demasiado tiempo sufriendo (…) Yo siempre había dicho que todo explotaría el día en que alguien estuviera lo suficientemente enfadado. Las cosas están mal, sí, pero nos habíamos acostumbrado. Llevan complicándose 20 años, despacio, paso a paso, y sin darnos cuenta la miseria se ha convertido en nuestra forma de vida. (...)Ese día, los pocos cimientos que quedan de la sociedad que fuimos, se convertirían en escombros, y al día siguiente, en las cenizas de los escombros. Ese día ha llegado. ” 

Luca Boison, “Apocalipsis”, 2026 

¿Qué pasaría si dentro de diez años no sólo no hubiéramos sido capaces de salir de la crisis, sino que se hubiera acrecentado hasta límites asfixiantes? 
¿Y si existiera alguien lo suficientemente enfadado con el mundo como para escribir un texto demoledor para el alma humana? 
Javier Moguel lanza su ópera prima donde nos dibuja un mundo que baila sobre la línea de la autodestrucción en el que Mada, un joven que sólo ha conocido el sufrimiento en su vida, acabará por escribir un texto lo suficientemente cierto como para hacer temblar los cimientos de todo lo que nos convierte en seres humanos. 
Una historia donde el amor y la aventura se toman de la mano para mostrarnos el final de la humanidad. 
¿Estás preparado para conocer el final de esta historia?


martes, 9 de febrero de 2016

Venganza en la Granja


El día que mi amo me dejó a cargo de la vigilancia de sus tierras, fue el primer y el último día que se dignó a dirigirme la palabra. Cuando no estaba demasiado ocupado con las labores agrícolas, se ausentaba durante horas o permanecía sentado en el porche con algún miembro de su familia.
Su mujer solía observarme con recelo, mientras sus hijos me mantenían la mirada con sus grandes ojos burlones y sus sonrisas bobaliconas. Los odiaba. Ahora sé que no tenía derecho a hacerlo, pero los odiaba de verdad.
No sé cuanto tiempo hubiera sido capaz de aguantar bajo aquellas circunstancias; pues una tarde de otoño mi amo le regaló una escopeta a su primogénito, desencadenando la tragedia que aconteció unas horas más tarde. Padre e hijo practicaron puntería utilizando como blanco una lata de refrescos; pero mi amo pronto se cansó de disparar y regresó al calor del hogar, mientras que el crío ya había decidido su nuevo objetivo.
El primer disparo atravesó la pernera izquierda de mi pantalón y el segundo hizo brotar una parte del contenido de mi pecho. Poco faltó para que el tercer proyectil me volara la cabeza y el cuarto nunca llegó, pues su madre le llamó para que se lavara las manos antes de cenar.
Cuando la mujer me miró, no hubo drama por mis prendas rotas, ni por mi pobre cuerpo maltrecho. Tan sólo hubo risas en forma de graznidos por parte de los cuervos.
Al caer la noche llegó el agua en forma de lluvia y las aves se marcharon que buscar cobijo; por lo que la triste sensación de abandono crecía en mi interior, desatando la ira contenida. Una ira que me dio fuerzas para librarme de los tablones de madera que me habían mantenido crucificado durante tanto tiempo.
Tras dar mis primeros pasos, caí de rodillas contra el suelo permitiendo que el barro formado por la lluvia se adhiriera en mis maltrechos pantalones. Me puse en pie y me dirigí con mi torpe caminar hacia el granero, donde tomé la guadaña de mi amo y proseguí caminando hasta el interior de la granja, donde decapité con sigilo y sin piedad a todos sus inquilinos.
Cuando el cartero llegó junto al buzón de la linde del camino, halló a este desdichado espantapájaros con sus ropas manchadas de barro y sangre en lo alto de su cruz; y una terrible escena en el interior de la vivienda que sin duda le hizo vomitar.

sábado, 23 de enero de 2016

La bilocación de Clara

(ADVERTENCIA: Para entender la totalidad de este relato, es necesario conocer la naturaleza del personaje principal. Es por eso le recomiendo que pinche aquí tras la lectura https://es.wikipedia.org/wiki/Doppelg%C3%A4nger)

Conocí a Clara a través de la novia de un amigo durante una cena informal. Sólo bastaron un par de miradas para quedarme prendado de ella, pues sus labios eran deliciosamente carnosos y sus ojos de color miel.
La pareja no escatimaba en elogios al hablar constantemente de ella, mientras la joven intentaba mostrarse humilde esgrimiendo excusas torpes. Pero de humilde tenía bien poco, pues provenía de una familia adinerada que le había educado entre algodones y clases de violín.
Por fortuna supe ganarme su confianza entre plato y plato, por lo que no tardé en obtener su número de teléfono para concertar una futura cita. La primera vez que logré contactar con ella se mostró confusa a la par que sorprendida, pero mis años de galán dieron sus frutos y finalmente conseguí que accediera a participar en un breve encuentro.
Todo estaba bajo control. La noche era exquisita mientras yo la esperaba en un banco cercano a un grupo de arbustos para evitar visualizar su prolongada llegada. Tras un recibimiento formal, le obsequié con una chuchería de noble metal.
El regalo era realmente caro; pero mis años de experiencia me habían enseñado que para cazar un ratón, tenía que renunciar a un pedazo de queso. Gracias a aquel regalo conseguí llevar a Clara hasta mi apartamento, donde le hice el amor antes de maniatarla y le fijara los pies mediante un gran zapato de hormigón para que no se me escapara.
¿Qué quieres de mí? me preguntó cuando se recuperó del efecto del formol.
Tu vida le contesté sin vacilar –. Pero antes necesito saber todo sobre ti.
Al principio le costó razonar, aunque pronto comprendió que las agresiones sólo se volverían a repetir en los momentos en que ella no estuviera dispuesta a cooperar. Tan sólo le ataba las manos y la amordazaba cuando yo no podía estar presente, y le acercaba un cubo de agua tibia junto con una esponja con cierta regularidad. En cuanto a su alimentación, le premiaba con exquisitos manjares siempre que me contaba cosas interesantes de su vida.
Fernando, déjame marchar y te prometo que jamás le contaré a nadie lo que ha ocurrido entre nosotros –me suplicó cierto día que me creyó de buenas.
Mi nombre no es Fernando –le contesté mientras adoptaba una vez más su apariencia . Mi verdadero nombre es Doppelgänger.

jueves, 21 de enero de 2016

Dimensión 666


Ante la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo, consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona abisal. Inspiro procurando girar a mi alrededor; expiro, nada altera mi situación.
Me pregunto si hay más gente como yo en este lugar, por lo que grito una corta petición de ayuda sin llegar a oír mi voz. Sin duda debo estar volviéndome loco, pues estoy convencido que un ser descomunal me acecha en la oscuridad, mientras proyecta en mí un odio infinito. Inspiro y tiemblo a causa del terror; expiro, nada altera mi situación.
La criatura no se decide a atacar, aunque su constante amenaza me comienza a fatigar. Al parecer el tiempo no transcurre ni se detiene en este lugar; tan sólo flota, al igual que yo, en la inmensa oscuridad. Inspiro mientras me embarga la frustración; expiro, nada altera mi situación.
Sin previo aviso noto una superficie extremadamente fría en mi espalda, mientras una luz cegadora enturbia mi mente. Creo estar tumbado, por lo que me incorporo de repente. Inspiro sin saber donde estoy; expiro, me pregunto quién soy.
Sin duda me hallo en un quirófano iluminado por un potente foco lacerante. En ausencia del personal sanitario, inspecciono mi cuerpo durante un instante. No hallo vendas, cicatrices, tubos ni vías; por lo que tan sólo pienso en salir de aquí, ya sea de noche o de día.
Consigo unir los lazos de la parte superior de mi bata mediante un sencillo nudo, aunque fracaso al hacer lo mismo con los lazos inferiores, por lo que me resigno al tener que mostrar mi trasero a todo aquel que se cruce por mis alrededores. Inspiro y salgo de la habitación; expiro, nada altera mi situación.
Tras hallar la sala de espera desierta, continuo caminando hasta llegar frente a las puertas de los ascensores. Estos parecen tener vida propia, pero al abrirse una de sus puertas, me introduzco en su interior y permito que este me transporte. Inspiro y abandono el ascensor; expiro y me hallo en la planta inferior.
Atravieso el vestíbulo sin encontrarme con nadie, pero a través de la puerta de cristal, entreveo el caminar de los viandantes. La puerta se abre ante mi presencia, aunque me detengo tras advertir que todos los peatones llevan prendas dignas de la clase política, cargos corporativos o magnates. Inspiro y observo a un crío que va vestido con un traje de comunión; expiro, me aproximo a una mujer que viste traje pantalón.
Intento comunicarme con ella tras tomarle por un brazo. De mi boca no surge sonido alguno y la mujer se zafa de mi presión para proseguir su camino a buen paso. Inspiro mientras me ahoga la desesperación; expiro, alguien llama mi atención.
Se trata de un hombre de frente despejada y traje negro que se interpone ante el primer vehículo que veo circular por la calzada; este me mira mientras leo en sus labios No importa, ya estamos muertos” y el automóvil le atraviesa como si fuera un fantasma. Antes de que pueda pestañear, su cuerpo se congela por completo y estalla en mil pedazos, por lo que inspiro con fuerza a causa de la impresión; expiro, continuo con la exploración.
A menos de tres manzanas localizo una tienda de ropa, entro en ella y me sitúo frente a la dependienta. La mujer me ignora por completo, así que tomo entre mis manos uno de aquellos trajes negros y me enfundo con él sin importarme su presencia. Inspiro y doblo en tres partes mi viejo camisón; expiro y pago con él mi nueva adquisición.
Durante mi deambular procedo de la misma forma en una tienda de zapatos, pues su supuesto dependiente también formaba parte del decorado. Me cuesta imaginar qué nos depara el futuro tras este tipo de existencia, mientras procuro avanzar lo más rápido que puedo en total línea recta. ¿Edificios vacíos y un montón de gente deambulando por las aceras es todo lo que nos espera?
He de tener mucho cuidado al cruzar hacia la otra acera, pues los automóviles de este lugar circulan sin ningún conductor ni pasaje a pesar de que parecen respetar las señales viarias. Los viandantes son otro cantar, pues caminan casi sin ver y te arroyan sin querer. Inspiro mientras atravieso un callejón; expiro y esquivo por los pelos a otro peatón.
Llego a una zona donde se incorporan al paisaje unos insectos gigantescos que trepan por las paredes de los edificios sin cesar. Están provistos de cuatro largas patas y unas alas diminutas que sólo les permiten planear. No les mires me previene una voz desde el interior de mi mente, por lo que continúo caminando con la vista puesta al frente mientras inspiro al esquivar a un insecto planeador; expiro, nada altera mi situación.
A cada paso encuentro menos peatones y más insectos por las inmediaciones; hasta que un hombre tropieza con el filo de una baldosa suelta y cae al suelo mientras varios insectos comienzan a planear hacia su dirección. Los demás viandantes continúan su camino sin la menor expectación, mientras tanto yo intento evitar la masacre al tenderle la mano para que se ponga en pie y reanude su caminó hacia cualquier dirección. Me temo que he reaccionado demasiado tarde; pues uno de aquellos insectos se ha posado en su pecho y le ha clavado el aguijón que le congela al instante y le hace estallar en mil pedazos. Yo soy su próximo objetivo e inspiro y evalúo la situación; expiro...
Ante la extraña sensación de ingravidez que experimenta todo mi cuerpo, consigo abrir los ojos y presiento sin ver que me hallo flotando en algún lugar del cosmos o entre las oscuras aguas de una zona abisal...

domingo, 3 de enero de 2016

Realidad Digital

¿Cómo que llegarás tarde? le pregunto su mujer a través del celular . ¡No puedes llegar tarde a la fiesta de cumpleaños de tu sobrina!
Lo siento mucho, cariño respondió Alfonso mientras su auto avanzaba lentamente por el carril central de la autopista . Ha ocurrido un accidente y se ha producido un atasco que apenas me permite avanzar un metro cada minuto. Dile a mi hermana que me guarde un trozo de tarta.
Tras varios segundos de silencio desde el otro lado del aparato, descubrió que el teléfono no recibía señal alguna.
En circunstancias normales habría llegado en cuestión de unos minutos a su destino, pero a causa de la situación dada se demoró más de media hora, pulsó el timbre de la vivienda y ensayó su mejor mueca lastimera.
¿No decías que ibas a llegar tarde? le preguntó su hermana pequeña nada más abrir la puerta.
¿Cómo? preguntó Alfonso a causa de la confusión, pues pudo comprobar que las botellas de bebidas y las bandejas de canapés estaban aún sin estrenar ¿No habéis querido comenzar la fiesta sin mí?
¡Pero cómo va ha empezar, si sólo has tardado cinco minutos en llegar! le abordó su mujer, mientras le oprimía los carrillos con ambas manos a modo de reprimenda.
La fiesta de cumpleaños comenzó con total normalidad, aunque Alfonso no paraba de buscar en su mente una explicación lógica al desfase temporal experimentado. Sentía la necesidad de fumar, pero desde hacía meses sólo podía hacerlo a espaldas de su mujer; por lo que utilizó una excusa para ir a buscar en plena noche un cajero automático para sacar dinero y pagar con él un paquete de tabaco.
La primera máquina expendedora que encontró le ofreció con total normalidad el billete deseado; pero al querer guardarlo en su cartera, halló otro billete del mismo valor. Un billete con el que no contaba. Un billete que de ninguna manera debía estar en su posesión.
En el bar de la esquina compró un paquete de Fraisal Best y se fumó dos cigarrillos seguidos. Y aunque apenas lograron calmar su desasosiego, regresó junto a su familia hecho un manojo de nervios.
Cariño, tienes mala cara le informó su mujer . ¿Quieres que regresemos a casa?
Alfonso negó repetidas veces con la cabeza; pero ante la presión de sus familiares, le entregó las llaves del auto a su mujer.
Vamos, cielo. Cuéntame que te ocurre le insistió ella mientras manejaba el volante.
Alfonso le explicó sus temores durante el trayecto; y al llegar al hogar, buscó refugió entre las sábanas.
¿Te imaginas que fuéramos el producto de una mente perversa? le preguntó su mujer mientras yacía tumbada a su lado.
¿Y si fueramos el resultado de una simulación fallida? replicó Alfonso mientras acariciaba el cuchillo que previamente había escondido bajo su almohada.