sábado, 6 de agosto de 2016

Una agonía silenciosa


   Los pájaros más madrugadores anuncian con sus alegres cantos un nuevo amanecer. En cuestión de minutos él llegará hasta mí, dedicándome tiernas palabras de amor y destilando alcohol a través de sus poros. Ya no me engañará más, acabará haciéndome daño como en todas y cada una de sus visitas. 

   Ya está aquí. Me observa con mirada critica mientras empuña sus tijeras de podar en una mano y una gran bolsa de basura en la otra. Entre halago y halago canturrea una canción dedicada a su nuevo amor, una tal Salchipapa. 
   Un corte por aquí y otro corte por allá y me anuncia que me está dejando como nueva, mientras unas gotas de sudor caen desde su despejada frente sobre mí. Quisiera gritar de dolor y huir lejos, muy lejos de aquí, pero no puedo. 
   Al acabar la faena el jardinero recoge uno a uno los miembros amputados, que aún vierten mi savia perdida, y se encamina hacia una nueva víctima. Mis heridas curarán y mis ramas crecerán, y un nueva agonía silenciosa comenzará de nuevo. 

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